Mar. Jul 2nd, 2024

Adiós papá, adiós mamá

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-¿Qué hora es?

-Las tres de la madrugada. Vamos, levántate. Tu padre y yo queremos hablar contigo.

Me levanté de la cama y fui al baño a remojarme la cara para espabilarme. Cuando entré en la cocina, papá y mamá estaban sentados junto a la mesa, bebiendo en silencio. No sabía de qué iba la cosa, así que dejé que hablasen ellos primero.

-¿A qué hora te levantaste ayer? -preguntó mamá.

Así que era eso.

-No lo sé, a la una del mediodía o así -dije.

-¡No nos mientas! -gritó papá.

-Por favor, Gerardo, déjame a mí – intercedió mamá -. Te crees que somos tontos, ¿verdad? Ayer te escuchamos salir de casa a las ocho y media de la mañana.

-Fui a ver a unos amigos – mentí.

-¿Qué clase de amigos?

-No sé. Amigos.

-Sabemos que llevas tres semanas sin pasar por la okupa. ¿Qué tienes que decir a eso?

-Nada. ¿Qué queréis que os diga?

-Muy bien dijo mamá -¿Y esto?

Puso sobre la mesa un fajo de papeles.

-¿Puedes explicarnos qué es?

Yo guardé silencio.

-Dinos, ¿qué es?

-No sé.

Papá golpeó violentamente en la mesa, sobresaltando a mamá.

¡-Gerardo, por favor! –imploró ella.

-¿Crees que no sé lo que son, que no he visto en mi vida unos apuntes? -preguntó papá -¡Yo también he sido joven, muchacho!

-Dinos la verdad -suplicó mamá -¿De dónde los has sacado?

-Me los dio un tío. No le conocía de antes.

-¿Ah, sí? ¿Dónde?

-En una biblioteca.

Mamá se llevó las manos a la boca y ahogó un grito. Papá apretó los puños. Hacía esfuerzos por contenerse, pero las rastas de su cabeza le temblaban de furia.

-¿Qué coño hacías tú en una biblioteca, eh? ¡Responde!

-Por favor, responde a tu padre pidió mamá.

A la mierda, pensé. Ya estaba harto de mentiras.

-Quiero ser arquitecto -les solté a bocajarro. Papá se levantó de la silla y empezó a dar vueltas por la cocina, agitando los brazos.

-¡Coño! ¡Pues haberlo dicho antes, hombre! ¡Es fantástico! ¿Y por qué no médico? O ya puestos, ¿abogado?

-¡Gerardo, ya está bien! –dijo mamá -¡Vete a la terraza y vuelve cuando te hayas calmado!

Papá salió de la cocina pegando un portazo. Nos quedamos a solas mamá y yo. Me cogió la mano.

-¿Qué es lo que te pasa? –me preguntó -De verdad, quiero entenderlo. Cariño, déjanos ayudarte, por favor.

-No necesito ayuda, mamá.

Yo tan sólo quería que me dejaran en paz.

-Mira, que no bebas y no fumes, pase. Es tu cuerpo, tú sabrás lo que haces con él. Pero en esta casa hay unas normas, y mientras sigas viviendo en ella tendrás que aceptarlas.

-Si queréis que me vaya, solo tenéis que decirlo.

-Nadie quiere que te vayas, cariño, pero estamos preocupados por ti.

-Es mi vida, mamá. Dejadme vivirla como yo quiera.

-¿De verdad es eso lo que quieres? ¿Levantarte a las ocho de la mañana todos los días para ir a trabajar? ¿Tener dinero ahorrado en el banco? ¿Pagar impuestos? ¿Y después qué, echarte novia?

-¿Y si fuese así? ¿Y si fuese eso es lo que quiero?

-Fíjate en tu hermana. No digo que tengas que tocar la flauta delante del McDonald´s, como ella. Cada persona tiene su propio camino. Pero, no sé, hay muchas cosas que puedes hacer. Mira a tu primo Jorge, el poeta…

-Ya tenía que salir el primo Jorge.

-Pues, por si no lo sabías, acaban de rechazar su manuscrito en otra editorial. Y esta era de las buenas. Va camino de convertirse en un auténtico poeta maldito. Tus tíos están muy orgullosos de él.

-Pues qué bien.

-¡Ay, hijo! No sé, ¿no has pensado en hacerte mimo, o algo así? Tiene muchas salidas, y creo que se daría muy bien.

-No pretendo que entiendas mi manera de ver la vida, mamá, pero sí que la respetes.

Mamá sacó un papel y una china y me los puso delante.

-Rúlate un canuto, anda, antes de que vuelva tu padre.

-No.

-¿Cómo?

-Que no.

-¡Gerardo, ven aquí!

Papá entró casi inmediatamente. Debía haber estado escuchando tras la puerta.

-Inténtalo tú dijo mamá, con la mirada perdida- Yo no puedo con él.

Papá abrió otra lata de cerveza. Tenía la respiración fuerte y pausada. Permaneció de pie, al otro extremo de la cocina.

-¿Qué hemos hecho mal, Iker? -dijo – Te hemos llevado a los mejores festivales de música, a las mejores okupas, a las mejores manifas. Te apoyamos cuando te empeñaste en aprender a leer y a escribir, e incluso no nos opusimos cuando, a los catorce años, decidiste empezar a usar ropa. Tu madre y yo siempre hemos querido lo mejor para ti. Por eso no entiendo por qué haces esto. No sé si quieres castigarnos, castigarte a ti mismo por algo De verdad, no sé qué te pasa. Y me gustaría saberlo. ¿Te crees que yo siempre he querido cultivar marihuana, que no tenía sueños? ¿Y que tu madre no preferiría estar, yo qué sé, trabajando cuarenta horas semanales en una oficina en vez de estar todo el día de orgía en orgía? ¿Eh? Pero las cosas no son así. No, hijo. La vida no es tan sencilla.

-He conocido a una chica le interrumpí -Trabaja en un banco, pero…

-¿¿¿Qué??? gritó papá, agarrando una figurita de Buda y apuntándome con ella -¡Fuera de aquí! ¡Vete de esta casa!

-¡Gerardo! ¡Gerardo, no! trataba de calmarle mamá -¡Seguro que es solo un ligue de una noche! !Como mucho una amiga! ¡Iker, dile que es solo una amiga!

-¡Una novia! –aullaba papá, fuera de sí -¡Y encima trabaja en un…! ¡Fuera de aquí! ¡He dicho que fuera!

-Como quieras –respondí. Me temblaba la voz -Me voy.

Fui a mi cuarto con mi madre detrás de mí, y cerré la puerta antes de que entrase. Mi padre se quedó en la cocina. Cogí las cosas que consideré imprescindibles y las metí en mi mochila. Mi madre me llamaba a través de la puerta, pero no le respondí. Me puse mi mejor camisa, mis vaqueros más nuevos, esa americana que mamá intentó tirarme a la basura, y salí del cuarto, ignorando los ruegos y tirones. Llegué a la cocina. Papá estaba de espaldas, haciéndose una raya de speed, y permaneció de espaldas cuando le dije adiós. Me giré hacia mi madre. El nuevo piercing en la ceja le quedaba bien. Tuve ganas de decírselo, pero no lo hice.

-Hijo, no te vayas, por favor. Espérate a mañana, por lo menos.

-No, mamá. Me voy.

-Pero, ¿adónde vas a ir a estas horas? ¡Casi todos los burdeles estarán cerrados!

-Estaré bien, mamá. De verdad.

Le di un beso y salí por la puerta antes de que viera nacer mis lágrimas. Esta vez no intentó detenerme. Permanecí unos instantes en el descansillo de la escalera, escuchando en la oscuridad. Dentro de casa mamá lloraba. Papá había puesto reggae.

Padre de Iker tras echar a su hijo de casa con su nariz llena de pelos punzantes, by Sphanx Paterna

Saqué mi corbata del bolsillo y me la puse. Calculé mentalmente el dinero que había ahorrado en secreto durante los últimos meses. De momento, buscaría una pensión económica donde pasar la noche, y después ya vería. Lo único que quería era ponerme a estudiar cuanto antes. Y, por qué no, buscar un trabajo a tiempo parcial mientras tanto. Sentía que ya no había marcha atrás. Había dado un paso definitivo hacia el abismo. Estudiaría una carrera, trabajaría. Me casaría y tendría hijos. A lo mejor podría probar eso de ir a misa. Y quizá, más adelante, hasta me diese por meterme en política. A esas alturas, ya todo me importaba una mierda.

Historia – El gran Kepowski

Ilustración – Dingo Wollobolf

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