Mar. Jul 2nd, 2024

Sentimientos frustrados en una mansión salerosa

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La vida de Patagonio Pera era un caos total. Por las mañanas trabajaba lavando jirafas en el zoo “Animaloides” en las afueras de Bagdad. Más tarde se dedicaba a vender cortinas viejunas en el mercadillo de Budapest, justo antes de ir a comer tarta de alioli a un chiringuito jamaicano. Por la tarde hacía tartas de chocolate en una ferretería ubicada en mitad del desierto de Gobi. Finalmente, por las noches, servía copas en una frutería clandestina al norte de la isla filipina de Mallorca.

Contempló el suicidio, pero le daba miedico. Extenuado, cada noche al irse a dormir rezaba a diversos dioses para que lo fulminaran con un rayo, sin mucho dolor. Nunca le contestó nadie y murió desangrado en una oscura calle alicantina, solo, sin nadie que reclamara su cuerpo, a los 158 años de edad craneal. Pero no siempre llevó esa vida. Sus primeros catorce años fueron pasables.

Una de las pocas veces que salió el sol para Patagonio, by Clark Calamar

Dingo Wollobolf

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