Mar. Jul 2nd, 2024

El carnaval borondiano

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Como los borondianos no tenían tele, ni radio, ni guasás, se habían aficionado a observar a los habitantes de la superficie, tan extraños para ellos como para Pocahontas encontrarse con su álter ego de Avatar. Las pocas veces que la isla emergía sus gentes se apelotonaban en la costa, cual canario en cumbre nevada, con sus catalejos, prismáticos, gafas de lejos, y viseras de mano. Por eso a nadie le extrañaba que cada año la temática de sus carnavales se dedicara a los «superficientes». Muchos se ponían pulpos en la cabeza y decían que venían de la peluquería. Las risas llegaban a su punto álgido si al bicho le apetecía darle un tinte a sus cabellos.

Los borondianos que se disfrazaban de lajas siempre quedaban en los chiringuitos de la zona abisal y se empujaban y se medio peleaban con el clásico «que no me toques» de lengua doblada de los «superficientes». En la última edición causó furor el asunto de las pantallas. Utilizaban caracolas como si fueran móviles, abrían grandes almejas como si fueran portátiles, y casi todos utilizaban plásticos tirados al fondo marino para hacerse (además de preservativos) televisores falsos donde no ponían nada, como en los de verdad.

Unos cuantos se colocaron estrellas de mar en el pecho y dispararon pelotas de «goma» imaginarias (erizos de mar a lo sumo) a otros que hacían como que nadaban. También fue exitoso el disfraz de presidente antipetróleo, hecho a base de los residuos más tóxicos que los «superficientes» tiran a diario al mar. Se ponían dos tiras de algas en la boca y protestaban por la ley del aborto, reciclando un disfraz que no utilizaban desde los ochenta. Un pez manta alrededor del pechito y ya iban de marea blanca. Un pez payaso y ya iban de ministro de industria, energía y turismo. Un pez martillo y ya iban de Thor, fuera quien fuera ese señor. Al hospitalito llegaban comas etílicos, codos rotos, y en definitiva, marchas acabadas a marchas forzadas. Pero, en general, lo que no faltaba era el humor con purpurina. Ni, por supuesto, las parejas que se convertían en rey y reina del carnaval, beso húmedo mediante, bajo la inexistente luz de un pez luna…

Suarz

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