Sáb. Jul 6th, 2024

Caída al porvenir

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Después de engullir con destreza un desayuno exageradamente nutritivo, a base de calamares con jamón y frutos secos con verdura, y tomarse medio litro de sangría al dente antes de las nueve y media de la mañana, Güaldimer Reskoldo se sentía preparado para una nueva tormenta de aguacates en salsa béarnaise en su Güaldimeria natal, pues era lo habitual en esa época insolvente del año y que no viene a cuento ya que, curiosamente, cuando Güaldimer viajaba por latitudes ajenas a Güaldimeria, los vigilantes de seguridad de las terminales de los aeropuertos de medio mundo lo trataban como a un puercoespín alado, denegándole el acceso en cabina e invitándole a meterse en una jaula para llevarlo en bodega con las mascotas, porque creían que tenía ese nombre para no extraviarse por otro berenjenales magnéticos, salinos, ramificados e intravenosos.

Él, para no llevar la contraria, no tenía más remedio que estar encantado de viajar enjaulado con los animales, aunque exigió tapones a partir de una vez, caravana es, en el que no pudo descansar a gusto porque los perros se ponían a silbar, los cocodrilos a taconear, los koalas a barnizar y los gatos a sorber en pajita.

También estuvo acostumbrado a solicitar algunas toallitas húmedas antes de que comenzaran los vuelos, por si le daban ‘ganicas’ de soltar lastre en medio de cualquier trayecto.

Pero algo cambió hace cinco años, ya que, harto de aguantarse la meada durante un vuelo transoceánico, no tuvo más remedio que fluir con la naturaleza, y evolucionado a puercoespín alado, cabreado, meado y sacando espumarajos por la boca, decidió que ya había sido denigrado lo suficiente en sus traslados por esos ecosistemas lejanos al ser confundido con un animal irreal y, ni corto ni perezoso, ni Quito ni La Paz ni pongo, se puso a crecer más de lo necesario para la jaula hasta que ésta terminó hecha añicos por conflicto de espacio.

Una vez liberado, se vio con las fuerzas para recibir el impacto en su lomo desde veintiséis mil pies de altura y no dudó en lanzarse al vacío, una vez que pudo abrir la compuerta de la bodega.

Güaldimer planeó hasta el mar desde varios metros a la redonda con aquellas alas de puercoespín y tres días más tarde recobró la conciencia, tras ser rescatado por un oso hormiguero de las branquias de un mamuth marino que, según las escrituras glüstivoras, lo depositó en la estación de Trasgreñas del Zrillón con un ticket al portador hacia su lugar de nacimiento, donde encontró la libertad para el resto de su vida tocando la trompeta y el saxofón. Lugar en donde nadie fue profeta, ni siquiera el mago Tembleque que, sin querer, adivinó la lotería y se lo a llevó la policía con alegría, para que repartiera el premio con los mejores banqueros marrulleros de la zona habilitada para ello.

Mapa del porvenir postraumàtico de Güaldimer, by Boldagio Glüstis Surimi

Celino Glüstis Donahue (Alfarero costumbrista y mimo en tiempos revueltos)

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