Mar. Jul 2nd, 2024

Pitiminí alambrada

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Clocló Pesadilla era un don nadie, un cejijunto portador de gafas amarillas y pantalón-escote, un celebérrimo hazmerreir, un mindundi, un pelele, un tolai, un mequetrefe, un correveidile, un bobalicón, un pusilánime, un espectador de OT. Iba a currar con una carpeta con pegatinas de Arturo Fernández en bikini y los componentes del dúo sacapuntas en una foto muy pero que muy sensual. Era un tipo harto rarico. Tenía cara de orangután, dientes irregulares, cuerpo de ñu, brazos de acomodador de cine de barrio y piernas de siniestro delfín jamaicano. Era un desperfecto, un ascazo.

En su trabajo se burlaban de él y le gastaban divertidas bromas como pegarle en la espalda un papel donde se leía «soy un mierdecilla y no merezco la vida que me han dado», echarle el café hirviendo por el cuello, tirarle dardos en la cara mientras bosteza, hacerle tropezar y caer sobre una cubeta de ácido sulfúrico, dispararle con un cañón de barco pirata en los piños, meterle una bomba atómica por el culo mientras se echa la siestica, etc. Lo típico de pillines.

En su casa la cosa era diametralmente la misma. Sus hijos Clenrry, Fenrry y Plenrry lo maltrataban sin piedad clavándole agujas en el escroto durante todo el santo día. Su mujer le pegaba sartenazos en la cara justo después de haberla tenido encima de la vitro encendida durante ocho horas.

Paradójicamente, nuestro penoso amigo Clocló no estaba del todo satisfecho con su vida. De hecho, sus sueños de adolescente comenzaron a venir a su mente. Se vio durante unos segundos jugando al escalextric con Rafaella Carrá, pero volvió a la poco hecha realidad en cuanto sus modélicos hijos empezaron a rajarle la cara con latas de atún oxidadas mientras su madre se carcajeaba tocando el banjo.

En ese mismo momento una luz se le apareció. Sus ojos se volvieron rosa glande. Sus hijos y su madre exclamaron, con cierto acento sureño «fassss, ihhhhhh».

La mezcla de herrumbre de la lata de atún y las carcajadas de su mujer le otorgaron superpoderes. Podía pronunciar las palabras “pitiminí” y “alambrada” en menos de un segundo. Era una combinación que todo el mundo sabe que aniquila a cualquier humano con el simple hecho de oírlo. Los síntomas suelen ser un dolor leve-moderado en el tobillo derecho, y separación de la cabeza del tronco ocho coma tres segundos después.

Así fue como Clocló Pesadilla, después de cambiarse el nombre en el registro civil por el de Clocló Sueño, comenzó la justa aniquilación de toda la raza humana, comenzando en su pueblo natal, Mandíbulas. Y de Mandíbulas a Pernambuco, pasando obviamente por Castelldefells, fue acabando con toda forma de vida humana o canina (los perros siempre le meaban al pasar).

Tres meses después, en una fría población cercana a Alaska y Dinarama, un reducto de unas dos personas, más o menos, tratan de sobrevivir a las bajas temperaturas y a las dos palabras asesinas. Tras muchísimas horas de estudios, observaciones, análisis, hipótesis e hipérbaton, lograron descubrir el antídoto de esas dos palabras. La solución era bien sencilla y había estado delante de ellas todo el tiempo: responder “escorbuto” y “paralelogramo” en menos de un segundo. Así fue como cuando Clocló Sueño corrió detrás de las dos personas gritando «pitiminíalambrada», a lo que respondían acto seguido «escorbutoparalelogramo». Varios días más tarde se extinguió la raza humana al morir los tres de sequedad bucal.

Un mes después, una nueva raza, mezcla de roedor y presentador de programa de variedades se erigía en dominadora del mundo. Porca miseria.

Foto carnet de Clocló, hecha justo al lado de una hamburguesería de frutos secos, by Lámpiduz Serregna

 

Dingo Wollobolf

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