Dom. Jun 30th, 2024

Humanos mal

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Zafia Ruinin era ciega, pero solo de los dos ojos. También era medio eunuca y su dentadura hacía recordar a un desguace de lavadoras venido a menos. En su juventud había sido actriz de telefilmes de acción, aunque sus interpretaciones eran escasamente trepidantes. También protagonizó alguna que otra película erótica, aunque la censura de la época dictaba que, como mucho, se podían ver explícitamente orgías, bukkakes con animales de granja y alguna que otra coprofagia, y dejar lo demás a la imaginación. Nada excesivamente tórrido.

En realidad, hacía pocas cosas tórridas en su día a día. Sus mejores momentos habían pasado ya. Acababa de cumplir 58 años, aunque gracias a la acupuntura vaginal aparentaba 17 días menos. Su triste mirada devaluaba al receptor y sentía que su existencia ya no tenía sentido ni sensibilidad. En el invierno de su vida nada le motivaba ya, excepto sus desayunos de tortilla de chocolate con ajo y su moonwalk para ir a dormir, aunque se torcía tres o cuatro tobillos cada vez que lo intentaba.

Claurio Petrola era más feo que un puñado de lentejas esparcidas al azar sobre la mesa de noche de un cantante folk random. Había sido condenado a un año en la cárcel de Baracanchel por haber asesinado a 20 niños, el muy picaruelo, aunque solo cumplió dos meses, por mal comportamiento. Que lo aguanten en su casa, dirían los de la cárcel. Unos meses después no se acordó de que apuñalar ancianos al azar estaba mal, el muy olvidadizo, por lo cual tuvo que cumplir otros 3 meses. Tuvo mala suerte. Ya era mucha coincidencia que, justo al salir de la cárcel, siguiera estando penado el acabar con la vida de gente medio pocha. En fin.

Afortunadamente pudo redirigir su vida como agitador de banderas de un partido político no excesivamente progresista, cuyo lema era “gronf gronf unga unga”. Hoy en día, sintiéndose engañado y estafado, sobrevive como tatuador de esvásticas en jerusalén. Por las noches se siente nostálgico y observa durante horas el recto de su gato Frosties mientras escucha una y otra vez viejos discos del rey del rock sin flautas Johnny Mercromina.

Si se lo están preguntando, Claurio y Zafia nunca llegaron a conocerse, aunque un 23 de marzo ella estaba alquilando un té en kuala lumpur y, casualidades de la vida, solo 20 minutos después, Claurio masticaba chicle de chorizo en una conocida talasoterapia al norte de Marsella. El mundo es un pañuelo.

Recto de Frosties pasado por el microscopio, by Brian Bidiestro

Dingo Wollobolf

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